Carta a Sofia

Estoy estrenando sonrisas desde que naciste, las mañanas me parecen más majestuosas desde que despierto contigo. Has venido a enseñarme paciencia, me das a conocer un nuevo ritmo de vida, me dices que no siempre hay rutinas o estructuras a seguir, entonces tiro por la borda los manuales que había construido para sobrellevar los afanes de ser persona y me muestras que el tiempo tiene otro color y que se puede vivir sin instrucciones, sin tiempo.

Y me quedo desprovista, pero no hay lugar para tener miedo, porque aunque es una tarea ardua, también es valiosa. Por eso improviso de la manera más hermosa que puedo. Y busco recursos que me permitan abrazar tu esencia, tu ritmo de sueño tan esporádico, las noches en vela alimentándote en mis brazos, cambiarte el pañal ensuciando todo lo que está a mi paso, porque hasta eso me era ajeno. Y aprendo contigo. Aprendo tu lenguaje tratando de descifrar tus gestos y tus llantos, para saber si lo que quieres es comer, o que te cambie el pañal o si solo tienes sueño. Y poco a poco voy caminando a tu lado, con tus reacciones inesperadas, consolándote o llorando contigo. Y qué decir cuando te enfermas… ¡Es la angustia más grande! Y quisiera tener poderes para que no lloraras porque algo te duele.

¡Qué proceso tan complejo y tan bello! Pues yo debo enseñarte, y tu eres quien me enseña tanto, me pones a prueba cada día, sin palabras me dices como vivir, con sonrisas me robas el cansancio y el desvelo, y entonces sé que todo vale mucho la pena.

Aunque tan pequeña hija, eres lo más grande. Te amo.

Yeimi